viernes, 7 de diciembre de 2012

Los primeros frutos del apagón nuclear alemán

Con el 90% de la población a favor del apagón nuclear, el gobierno de Merkel aprobó la energiewende, ambicioso plan para pasar toda la economía alemana a una estructura energética baja en emisiones y sin sin usar energía nuclear El desastre de Fukushima dejó a muchos con miedo respecto a la seguridad de sus plantas nucleares. Alemania no tomó la decisión producto de eso, sino que decidió acelerar un proceso que ya estaba en marcha desde hace una década, señalan expertos en el área. Cuando Angela Merkel anunció que se cerraban ocho centrales nucleares y la revisión de las restantes instalaciones alemanas sólo habían pasado cuatro días del desastre nuclear en Fukushima. Todavía se desconocía la dimensión del daño en Japón y muchos pensaron que el apagón germano era precipitado. El Bulletin of Atomic Scientists (BoAS) reunió a una serie de expertos para analizar el desmantelamiento de las centrales nucleares alemanas y su impacto en la economía y la población. De acuerdo al plan anunciado por Merkel y aprobado por el Parlamento alemán en julio de 2011, a las ocho plantas cerradas las seguirán otras nueve de forma paulatina. Para 2022, Alemania no tendrá energía nuclear, sino otras fuentes, en particular energías renovables. “La decisión alemana de conseguir un futuro sin [centrales] nucleares fue de todo menos precipitada e irreflexiva”, escribió el editor de BoAS, John Mecklin, durante la presentación de los cinco artículos que forman parte de la serie especial sobre el tema. De hecho, Angela Merkel obtiene apoyo de una historia antigua que nace con las primeras movilizaciones contra centrales nucleares en los años 70 y se alimenta con el accidente de Chernóbil. Fukushima remata el tema. Mucho antes del terremoto y tsunami en Japón, Alemania ya tenía el consenso político y social para deshacerse de las centrales nucleares. En 2002, durante el gobierno de una coalición de socialdemócratas y verdes, se aprobó una ley que incluía la prohibición de construir nuevas centrales y limitar la producción eléctrica de las plantas existentes.Con el cambio de gobierno en 2005 no se cambió la legislación y a lo más que llego la Canciller alemana fue a ampliar la vida útil de los reactores, medida que se anuló tras Fukushima. Con el 90% de la población a favor del apagón nuclear, el gobierno de Merkel aprobó la energiewende, ambicioso plan para pasar toda la economía alemana a una estructura energética baja en emisiones y sin sin usar energía nuclear. Alemania es uno de los pocos países industrializados que redujo sus emisiones, donde sus necesidades de energía primaria pasaron de 14.905 petajoules en 1990 13.374 en 2011. Para el mismo período, las emisiones de dióxido de carbono (CO2) pasaron de 1.042 millones de toneladas a 800 millones de toneladas. Muchos se preguntaban si esta reducción del consumo enérgico afectaría la economía alemana. En 1990 el Producto Interno Bruto (PIB) de Alemania fue de 1,8 billones de euros. En 2011 alcanzó los 2,44 billones de euros, un aumento del 36%. Todo esto ha sido con una reducción de la energía nuclear desde un 11,2% hace 22 años a un 8,8% el 2011. Es más, aunque el consumo eléctrico ha aumentado, las centrales nucleares redujeron a la mitad sus aportes hasta llegar a un 17,6%. De hecho una cuarta parte de la electricidad del primer semestre de 2012 se generaba gracias a energías renovables. Al apagón nuclear se suma la determinación de Alemania, sexto emisor de CO2 en el planeta, de reducir en un 40% sus emisiones para 2020, llegando a un 95% en 2050.

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