martes, 9 de octubre de 2012

Vergüenza de vivir en la ciudad más insolidaria

Un estudio comparativo recientemente elaborado por Círculos del Silencio en Vitoria revela que, de las casi 50 localidades analizadas en el Estado español, Vitoria es la única ciudad que niega un plato de comida a su población más vulnerable: la sin techo y la que no posee contrato de alquiler. En Donostia hay dos comedores sociales; en Bilbao, tres; en Getxo, uno; en Barakaldo, uno. En ninguno de ellos se exige empadronamiento para obtener un vale de acceso al comedor; y mucho menos se exige un contrato de alquiler de habitación. Sólo en los comedores sociales de la capital guipuzcoana se sustituye el plato de comida por dos bocadillos en los casos de personas no empadronadas. En el resto de localidades, no tener recursos, incluso si se es transeúnte, es suficiente para poder acceder a un plato de comida caliente. En el resto de comedores sociales analizados en un reciente “Estudio comparativo de las condiciones de acceso a distintos comedores sociales en España”, realizado desde la Plataforma Círculos del Silencio de Vitoria-Gasteiz, tampoco se exige nada similar a la antigüedad en el padrón o acreditación de estar alquilando una habitación. Por el contrario, en 43 de los 44 comedores estudiados, se persigue el objetivo de no dejar a nadie sin comer. Barcelona, Sevilla, Madrid, Cádiz, Badajoz, Santander, Zaragoza, Burgos, León, Coruña entre otros, integran ese grupo de 44 en el cual Vitoria es la única ciudad en la que el Ayuntamiento sí deja a personas sin comer. Deja sin comer, en concreto, a todas las personas que no puedan acreditar un padrón superior a los 6 meses y un contrato de alquiler de una habitación. Vitoria-Gasteiz, ¿ciudad amable y solidaria? En el comedor social de Vitoria (comedor de Desamparadas), un vale de comida cuesta 4 euros (3 euros si es para la cena). Tradicionalmente estos vales se entregaban, desde los Servicios Sociales de Base públicos, a transeúntes, personas sin techo, madres sin recursos, en un ejercicio de justicia social y solidaridad del que Vitoria siempre ha sido ejemplo para otras ciudades y pueblos. Tanto es así que su fama de ciudad solidaria y amable le ha valido diferentes reconocimientos públicos, dentro y fuera de estas fronteras. La cobertura del coste de estos vales para el comedor social no había sido nunca un problema para la ciudadanía vitoriana hasta ahora. Hasta hace un tiempo la ciudadanía vitoriana, a través de sus representantes políticos, con orgullo se autodefinía como ciudad que no permitía que en sus calles durmieran personas sin abrigo ni alimento. Con orgullo defendía que los vales para el comedor social debían ser cubiertos con fondos públicos, máxime en los casos de personas residentes en la calle. Y la ciudadanía vitoriana entendía que comer en un comedor social no genera efecto llamada. “Ponerse en la piel de sus personas usuarias ayuda a entender que acudir a un comedor social no es precisamente plato de buen gusto; y, de hecho, se intenta evitar que las y los niños tengan que ‘probarlo’, buscando otros métodos alternativos para que estos niños no tengan que comer en el recinto”, comentan diferentes personas voluntarias del Programa Berakah y del comedor social de Vitoria. Varapalo desde las políticas sociales a las personas en situación de mayor vulnerabilidad De un tiempo a esta parte, las políticas sociales de la ciudad han cambiado. Según fuentes municipales de los Servicios Sociales de Base del Ayuntamiento de Vitoria consultadas, los requisitos para acceder a un vale de comedor se han endurecido; y, a la exigencia que ya existía en la anterior legislatura de pedir 6 meses de empadronamiento a toda persona que solicitara dicho vale, ahora se añade la petición de un contrato de alquiler de una habitación. El listado de personas que, en situación de extrema vulnerabilidad, quedan fuera de estos requisitos es muy larga. Entre las personas que están privadas del acceso al comedor, se encuentran las personas mayores que viven en la calle y que, obviamente, no están empadronadas. Están las y los jóvenes –inmigrantes y autóctonos– que no poseen colchón social y que, sin los 250-300 euros que cuesta aproximadamente el alquiler de una habitación, se ven sin casa y ahora sin un lugar en el que comer. Están las madres con menores a cargo recién llegadas a la ciudad tras tortuosos procesos migratorios huyendo de su país de origen. Están las 700 personas que, desde hace meses, esperan recibir la Renta de Garantía de Ingresos y que, durante todo este tiempo, no han podido ni pueden recibir un vale para el comedor porque están a la espera de recibir ayuda social. La lista sigue. Sirvan estos cuatro casos como ejemplos de los múltiples a los que los Servicios de Base niegan los vales de comedor. Ahorro en las arcas públicas municipales a costa de los vales de 4 euros Estas restricciones de acceso al comedor social y la bajada del número de vales concedidos se han traducido en un obvio ahorro para las arcas públicas del Ayuntamiento de Vitoria. Ainhoa Domaica, concejala de Asuntos Sociales, declaraba a una entrevista concedida a El Correo el pasado mes de septiembre que, en lo que va de año, de los 1,4 millones de euros presupuestados para el comedor social, apenas se ha gastado medio millón de euros (cifra muy baja, teniendo en cuenta que el presupuesto global de Asuntos Sociales y Personas Mayores, en el que se incluye la partida reservada para el comedor, asciende a 28.427.992 euros). La ciudadanía vitoriana, ¿se enorgullece de este ahorro? ¿Se enorgullece de que, mientras que a otros ayuntamientos del Estado les falta presupuesto para este partida, al Ayuntamiento de Vitoria le sobre? Respuesta ciudadana solidaria Definitivamente la ciudadanía vitoriana no se enorgullece de esta nueva política social, a la vista de los datos recogidos por la Plataforma Círculos del Silencio de Vitoria-Gasteiz. Según estos datos, el movimiento asociativo y ciudadano de la ciudad se está organizando para cubrir esos platos de comida caliente que el Consistorio se niega a cubrir en aras de un “ahorro” en sus arcas. Así, desde organizaciones privadas y asociaciones, son más de 600 bolsas de alimentos básicos las que se entregan mensualmente a personas sin recursos. En la Asociación de Acogida Bultzain, comen diariamente 35 personas. En la Asociación Bizitza Berria, comen diariamente de 30 a 35 personas. En la Parroquia de Coronación, se reparten bolsas de comida con las que pueden comer 22 personas al día; y en la Parroquia de Santa María, el número de personas beneficiarias de las bolsas de comida asciende a 60 personas diarias. Desde el Programa Berakah se reparten una media de 120 bocadillos al día (repartidos entre las mismas personas que comen los lunes un plato en Santa María y que acuden los miércoles y viernes a Las Salesas. Sólo contabilizando el impacto de estos recursos alternativos al comedor social, se pueden poner ya nombres y apellidos a 260-290 personas que teóricamente tendrían que comer en dicho comedor y que, al no poder acceder a él, se ven obligadas a malcomer muchas veces. Para aquellos casos en los que la salud o situación social de las personas a las que se les niega el vale es grave (y para los momentos en que los comedores alternativos estén saturados), diferentes asociaciones, e incluso particulares a través de donaciones, aportan dinero para que semanalmente se compren más de 100 vales de comedor. Estos vales, que permiten la entrada y canje en el Comedor de Desamparadas igual que los proporcionados por los Servicios Sociales de Base del Ayuntamiento, son repartidos entre esas personas que se quedan fuera de los parámetros exigidos por el Consistorio de la ciudad. Vitoria protesta bajo el lema “En esta ciudad hay personas que pasan hambre” El movimiento asociativo y ciudadano vitoriano, además de intentar paliar los efectos de las nuevas políticas sociales a través de su implicación en las actividades arriba descritas, ha respondido a la convocatoria de la Plataforma Círculos del Silencio de Vitoria-Gasteiz, creada para denunciar las situaciones de injusticia social que se producen en la ciudad. Así, cada primer jueves de mes, más de un centenar de personas, particulares o representantes de asociaciones, se reúnen en torno a un círculo en la Plaza Vírgen Blanca para denunciar que “En esta ciudad hay personas que pasan hambre”. Amparándose en cómo “el silencio es una forma de gritar”, solicitan a las instituciones públicas que se impliquen en la corrección de estas políticas sociales que hacen que su ciudadanía sienta la vergüenza de vivir en la ciudad más insolidaria.

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