martes, 13 de septiembre de 2011

La refrigeración de Garoña vuelve a encender el debate

El agua empleada para refrigerar la planta nuclear eleva la temperatura del Ebro muy por encima de lo permitido



Los problemas ambientales que puede generar la refrigeración de la central nuclear de Santa María de Garoña ya son materia de análisis e investigación por parte del Ministerio de Medio Ambiente. En concreto, es la Confederación Hidrográfica del Ebro, organismo adscrito a la Administración central, quien ha escuchado la denuncia ecologista que explicaba que el agua vertida por el recinto atómico al caudal del citado río calentaba la temperatura de éste hasta 15 grados. Tal circunstancia, a ojos de las agrupaciones medioambientalistas, puede suponer un golpe mortal para las especies de flora y fauna que viven en ese hábitat.

Con esta situación parece una evidencia que el calor de las aguas del río Ebro ha contribuido a caldear aún más si cabe el enfrentamiento entre Greenpeace y la empresa explotadora de la central nuclear, Nuclenor, firma participada al 50% por las eléctricas Endesa e Iberdrola. El caso es que con la normativa de 2007 en vigor, el colectivo verde ha acusado reiteradamente al complejo nuclear de mentir en los datos que facilita sobre la influencia de Garoña en la temperatura del cauce más importante de la península.

En una comunicación del pasado mes de junio, Greenpeace aseguraba que el agua empleada para refrigerar la planta nuclear eleva la temperatura del Ebro muy por encima de lo permitido, provocando en consecuencia afecciones tan serias como negativas en el entorno animal y vegetal del río. Nuclenor, en su momento, contraatacó y llegó a aseverar que su actividad no sólo se somete a estrictos controles, sino que "va incluso más allá de los requisitos" en su afán por avalar la transparencia y el buen funcionamiento de Garoña. Sea como fuere, lo cierto es que la central garantiza que la temperatura del Ebro se encuentra dentro de los márgenes permitidos y sostiene que únicamente dos días durante todo 2010 se sobrepasaron de forma muy ligera los límites, por lo que niega la teoría de las afecciones catastrofistas sobre el entorno natural.

Una denuncia en capítulos Tanto unos como otros aportan datos y mediciones recabadas por empresas especializadas de contrastado renombre por lo que, una vez más, el debate se traslada a la opinión pública. Greenpeace reclama la adopción de medidas encaminadas a salvaguardar el río, tales como elevar una torre de refrigeración similar a la ejecutada en la central tarraconense de Ascó, y Nuclenor se muestra dispuesta a aceptarlas, "siempre que la CHE lo considere oportuno y nos las reclame". Entre tanto, el Consejo de Seguridad Nuclear, CSN, asegura que esta cuestión le es ajena y que su competencia se circunscribe exclusivamente a situaciones de emergencia.

La película de esta investigación iniciada por los responsables del Ministerio de Medio Ambiente comenzó en febrero de 2010. Entonces, Nuclenor remitió a la CHE los datos mensuales sobre la temperatura del Ebro antes y después de que el río alcance la central. Como de costumbre, la consultora URS fue la encargada de recopilar la información. Los resultados, que oscilaban entre los 6,99 y los 7,30 grados, eran absolutamente inofensivos. Tanto, que el agua salía más fría tras pasar por las entrañas de Garoña que antes de llegar a su interior. Conviene señalar que el líquido captado para enfriar, 25.000 litros por segundo, nunca llega a entrar en contacto con el entramado radioactivo, por lo que sólo aumenta de temperatura al refrigerar el circuito interno. Lo malo es que un calor excesivo alteraría el entorno del Ebro y podría provocar una catástrofe ecológica.

Aquellas mediciones despertaron las suspicacias de Greenpeace, que decidió realizar su propio muestreo. Recurrió a la firma Anbiotek y, en febrero de 2011, constató que la temperatura del Ebro pasaba de los 6,5 grados 10 kilómetros antes de entrar en contacto con la central, a los 21 al llegar a Sobrón.

Un segundo informe realizado en el mes de mayo durante una de las paradas técnicas de la central para reabastecerse de combustible y acometer labores de mantenimiento, vino a confirmar que la temperatura de las aguas oscilaba en función de la acción solar y la reducción de la velocidad una vez que llegan al embalse de Sobrón. Alertada, Greenpeace se puso en contacto con la CHE para consultar este extremo y la respuesta que obtuvieron fue que las mediciones que ofrece Nuclenor no se contrastaban, al menos, hasta la fecha.

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